Piero Pinna mató de cuatro tiros a Maximiliano Rihl durante una pelea en el cumpleaños del empresario Mauricio Ríos. ¿Fue un ataque artero o fue una defensa desesperada? Al conocerse los peritajes, el caso se asoma hacia el esclarecimiento a pesar de los obstáculos.
Por Fernando del Rio
Pasaron tres semanas del asesinato de Maximiliano Rihl (42) durante la fiesta de cumpleaños del excéntrico empresario Mauricio Ríos y la prueba científica recogida por los investigadores, sumada al relato a cuentagotas de los testigos, parece ofrecer algo de luz a una trama que hace fuerza para salir a la superficie.
El expediente que se sustenta en la fiscalía N°1 no pudo contener el enérgico hermetismo que dispuso la fiscal María Florencia Salas y los datos de lo sucedido en la madrugada del 26 de junio pasado recuperaron su libertad. Entre las declaraciones realizadas por el imputado Piero Pinna, su novia Romina Ulloa, el propio Ríos, su esposa y otros concurrentes, además de dos empleados municipales, y el resultado de los peritajes más relevantes puede reconstruirse casi sin margen de error la secuencia que acabó en la absurda muerte de Rihl.
La fiesta estaba programada para iniciarse a las 21.30, aproximadamente, en el salón de eventos del balneario Horizonte, lindante al complejo Aquarium, en la zona del Faro de Punta Mogotes. Los invitados comenzaron a llegar y a dejar sus automóviles lo más cerca posible del ingreso, de modo que los más retrasados los estacionaron a mayor distancia.
Gente del ambiente empresarial de Mar del Plata, amigos y familiares de Ríos estaban entre los invitados. También algunos comerciantes de otros lugares, como el empresario quilmeño Ariel Nuñez, compadre de Ríos. Otro de los asistentes era Rihl, un hombre con antecedentes penales que, según refieren quienes lo conocen, trabajaba para Nuñez.
Sin dudas que el más poderoso de los invitados no era ninguno de ellos porque en la fiesta estaba Rudy Ulloa, aquel chofer santacruceño de Néstor Kirchner que pasó a estar en la boca de todos por su creciente patrimonio y por ser apuntado por los detractores del kirchnerismo como un favorecido por los desmanejos de los dineros públicos. Ulloa tenía motivos para estar en el cumpleaños de Ríos, ya que algunos de sus negocios se los había traspasado a él años atrás, como por ejemplo el supermercado “Super Comunitario” de Río Gallegos. Entre Ulloa y Ríos había no solo un vínculo comercial sino también una amistad de familia a familia. Por eso, entre los invitados también estaban Rodrigo y Romina Ulloa, hijos de Rudy. Romina, de 31 años, había asistido con su novio, el ex rugbier y empresario tucumano, Piero Pinna.
La fiesta de las sorpresas
Las invitaciones a la fiesta habían sido cursadas por mensajes de Whatsapp por medio de un simpático flyer. Ríos, un hombre de perfil elevado, excéntrico y muy divertido según quienes lo conocen, quería que todos la pasaran bien. Por eso había estado encima de todos los detalles, como que no faltara comida, bebida y música. Incluso había querido que el cumpleaños se lo cantara una artista trans. También él mismo se había encargado de contratar a la Banda de Wally y a un DJ por intermedio de un conocido del boliche GAP. La Banda de Wally se demoró y nunca llegó. La esperaron hasta las 2.30 de la mañana, minutos antes de la gran pelea.
En verdad, Ríos no había estado en todos los detalles. Aunque su cumpleaños 51 había sido durante la semana, la fiesta en el balneario Horizonte preservaba algunas sorpresas. La principal era la presencia de su hijo, quien no estaba en el país y que había llegado sin que Ríos lo supiera para acompañarlo en la celebración.
Otro aspecto que tal vez se le escapó al cumpleañero fue recomendar que, sí por esas cosas del alcohol y el frenesí de la fiesta, había algún problema, las diferencias no se resolvieran a los tiros. Pero claro, eso parecía ser una obviedad, aunque no tanto entre algunos invitados que eran de armas llevar. Había ex policías en el salón y varios expertos tiradores, como Piero Pinna.
Foto de perfil de Maximiliano Rihl en las redes sociales.
No todos llegaron a tiempo. Los últimos en llegar, cuando ya algunos invitados se retiraban, fueron Romina Ulloa y Piero Pinna. Lo hicieron cerca de la 1 de la madrugada y se ubicaron en una de las mesas. Hasta ese momento la fiesta había transitado por los carriles de toda fiesta: alegría, un gran anfitrión y buena bebida. Los excesos podían aparecer ya por esas horas, pero nada que ningún tío exaltado haga o deje de hacer en cualquier reunión familiar.
Pinna aseguraría después que sus desconocidos compañeros de mesa (en realidad no conocía a nadie excepto los Ulloa) hablan de armas y que él les contó que era un fanático y que tenía permiso para portarla porque tenía afición por asistir al Tiro Federal con frecuencia.
Pasadas las 3 de la mañana, ya un horario prudencial para iniciar la retirada al igual que muchos lo habían hecho, Romina Ulloa y una amiga bailaban. Nuñez, el compadre de Ríos, se les acercó y algo les dijo. Según Pinna y la propia Ulloa no fueron solo palabras. Lo acusan directamente de haber manoseado a la otra mujer. Pinna asegura que al intervenir Nuñez le contestó, en referencia a su novia: “está para cogerla de acá a la China”. Eso fue suficiente para que Pinna reaccionara con un golpe contra Nuñez. A partir de ese momento, la fiesta se fue al demonio. Nuñez intentó devolver el golpe y varios conocidos lo acompañaron en la tarea. Pinna cayó al piso. En la mesa contigua, una lucha nueva nacía: el hijo de Ríos contra el hijo de Ulloa, ambos con el propósito de defender a cada una de las partes.
Los testimonios hasta ese momento son coincidentes. Más allá del origen del conflicto, todos relatan que la pelea comenzó en las mesas y que se fue corriendo unos pocos metros hasta la puerta de salida. De hecho, la mesa de Pinna era la más cercana al ingreso al salón.
La clave labor de los peritos
Desde un principio quedó en claro que muchas de las personas que participaron en el evento no mostraban voluntad para contar todo lo que sabían. Acaso para no quedar comprometidas, porque la verdad incomodaba o simplemente por la molestia que siempre suponen los recurrentes llamados de la Justicia para declarar, ratificar, rectificar y volver a declarar.
Por ese motivo es que la reconstrucción realizada en base a la labor de la Policía Científica se transforma, más que en otros casos criminales, en una aliada determinante de la verdad.
Antes de abandonar el salón, Piero Pinna aplicó un golpe furibundo a Nuñez que lo noqueó y en la caída, al trastabillar, causó la fractura del tobillo. La idea de Pinna, evidentemente, era ir hasta su automóvil Toyota Corolla, estacionado al final de la fila de vehículos. Su demora en llegar a la fiesta le había confinado a ese sitio del estacionamiento. El recorrido lo hizo acompañado de Romina Ulloa y seguido por el amigo de Nuñez, Maximiliano Rihl.
Esta secuencia la vieron dos testigos singulares cuya presencia por estos días causa revuelo a nivel político. Es que el gobierno municipal de Guillermo Montenegro se vio salpicado por el desmadre de una fiesta que tenía la tensión dormida, como esas células que se activan al mínimo estímulo y provocan una reacción en cadena. Empleados de planta de la Secretaría de Seguridad participando de la celebración, familiares de funcionarios en alguna de las mesas y, fundamentalmente, una camioneta de la misma repartición brindando un servicio de custodia y vigilancia que más se pareció a un favor que a una prevención rutinaria y protocolar. Sus dos ocupantes pasaron a ser testigos privilegiados de todo.
Fueron ellos los que vieron pasar a Pinna, Ulloa y por detrás a Rihl, y uno de los dos dijo que este último se dirigió a su automóvil. “Abría y cerraba la puerta de su auto, le decía ‘Tucumano te voy a romper el pecho”. Ninguno logró ver si Rihl o Pinna tenían armas. Luego los perdieron del campo de visión.
Las cuatro heridas en el cuerpo de Rihl.
La realidad de los datos objetivos dice que Pinna disparó su arma Bersa 9 mm Rihl en al menos siete ocasiones. Esa es la cantidad de vainas que se encontraron en su posición de tirador, junto a su automóvil Toyota Corolla. Cuatro de esos disparos dieron en el cuerpo de Rihl, uno en la rodilla derecho, otro en el tobillo izquierdo, otro en la muñeca derecha y otro, el fatal, en la zona lumbar.
“Cuando yo lo veo venir, veo y escucho que tira dos tiros, no sé si para arriba o para el auto. Estábamos ya adentro del auto. Este hombre le apunta en la cabeza a Romina, estaba que balbuceaba Esta persona venía diciéndome ‘Tucumano de mierda, te voy a reventar el pecho a tiros, esto no es Tucumán’. Ahí empezamos a discutir hasta que cuando él deja de apuntarle a mi novia con un revolver 38 o 357. El da vuelta, yo me bajo, agarré mi arma que la tenía debajo del asiento y el cargador en la mochila detrás del asiento del acompañante. Preparo el arma, me bajo sin remontarla. De ahí veo que él se había alejado y estaba a unos cinco metros de frente apuntándome. Ahí me hace un tiro, pero no me pega porque estaba en un estado deplorable. Le apunté de la cintura para arriba, nunca quise matar, siempre apunté para abajo. Disparé entre cinco y seis tiros”, dijo Pinna en una declaración que contiene una contradicción. “Le apunté de la cintura para arriba” y luego “siempre apunté para abajo” son las frases enfrentadas. No obstante, la autopsia fue despejada las dudas: los disparos fueron para abajo.
Rihl cayó herido y a un lado quedaron las llaves de su automóvil. Ríos y su esposa, que se habían quedado atrás para ayudar al noqueado Nuñez, llegaron segundos después alertados por su hijo. “Gordo quédate tranquilo que el Tucumano este me dio un tiro en el culo, no es nada”, llegó a decir Rihl a Ríos.
Mientras tanto, Pinna y Ulloa escapaban hacia el hotel Argentino, donde habían rentado una habitación. De allí siguieron por la ruta, Romina Ulloa se bajó en Chascomús, donde según sus relatos arrojaron el arma a una cuneta, arma de la que solo se recuperó extrañamente el cargador.
Recién a las 5.30 llegó al lugar del hecho el cuerpo de peritos de la Policía Científica, cuando ya se conocía que había ocurrido un homicidio.
¿Defensa o ataque?
Nadie que no sea Pinna y Ulloa refirió que Rihl estuviera armado al momento de recibir los disparos. Tal vez sea cierto que no lo vieron con un arma, porque casi nadie dijo ver el momento del desenlace. Pero si Rihl tenía un arma, la tuvieron que ver cuando cayó herido y lo fueron a asistir.
Hay dos peritajes decisivos que pueden dar un fuerte indicio de que Rihl estaba armado y eso abre una especie de caja de Pandora con varias derivaciones impactantes.
En primer término el levantamiento de rastros realizado por la Policía Científica documenta que en la posición de tirador, esto es junto al lugar en donde estaba el automóvil de Pinna, había siete casquillos de 9 milímetros. El peritaje balístico concluyó que todas las vainas son del mismo arma y no quedan dudas que pertenecen a la Bersa de Pinna. Pero allí también había un proyectil deformado. Es poco probable que esa munición estuviera allí si salió del arma de Pinna.
En el gráfico inferior, el punto rojo es la referencia de donde cae Rihl, el negro son las llaves de su auto, los puntos marrones son las vainas desde donde disparó Pinna y el punto azul es donde apareció un proyectil.
Pero la segunda prueba clave es el dermotest en las manos de Rihl. Este es un estudio que permite detectar partículas inorgánicas compatibles con el acto de accionar un arma de fuego. Rihl tenía esas partículas y entonces la versión de que estaba armado y que disparó pasa a cobrar fuerza.
Ese nuevo escenario, conocido en las últimas horas, permite el ingreso a la posibilidad jurídica de una defensa y no un ataque de Pinna, pero además también obliga a revisar los testimonios de todos aquellos que aseguraron que Rihl no estaba armado.
El próximo 27 de julio la fiscal Salas deberá entregar a la Justicia de Garantías un escrito en el que o solicita la prisión preventiva de Pinna por entender que se trató de una agresión artera e injustificada, o bien, en lo que significaría un cambio a todo el recorrido de la causa hasta el momento, esgrime que se trató de una legítima defensa de Pinna. En ese caso, debería pedir el sobreseimiento. La alternativa de un exceso en la legítima defensa no parece sostenerse si se reconocen disparos efectuados por Rihl.
Si bien lo que está en juego es un tiempo prolongado de prisión de Pinna, en este episodio la disputa de poder trasciende a la discusión jurídica. El crimen sucedió en la fiesta de cumpleaños de un empresario relacionado a las dos alas políticas más fuertes el país, con invitados comprometidos, un gobierno local rozado por la indiscreción y una trama que hace fuerza salir a la superficie.